Dóulos Oukóon se resume a sí mismo; el extraño nombre del personaje es la transcripción de lo que en griego antiguo habría de traducirse como «esclavo no siendo». Es la historia de alguien que ya no encuentra límites de ser, hacer y estar en cualquier plano del universo y que ha condescendido —por amor— a volver a este planeta de amnésicos que es la Tierra, oculto como sencillo reparador de radios viejos, con el fin de rescatar a través de la memoria a su amada Helena Ukusa, cuya figura solo era comparable a la de Dóulos Oukóon pero que se ha olvidado de ello y se ha vuelto una humana más para quien la realidad solo está bajo una gruesa capa de apariencias que la esconde. 

Al adentrarnos en sus páginas, este libro se agiganta, se desmesura, se abre como planta exótica al contacto con el agua de la inteligencia, a la que también despierta, quiera uno o no. Su lenguaje es ancestral y al mismo tiempo nuevo, distinto y distintivo de un estilo logrado con sabiduría y paciencia. En él se ha labrado cada imagen, cada idea, cada palabra de las que sirven para construir las diez más hermosas cartas de amor que uno pueda imaginar y hasta reescribir cada vez que la vida lo ponga en algún trance de tomar decisiones.